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Invitación y guía: la magia sucede cuando entiendes por qué tienes que esperar

02/09/2025

Sobre los proyectores se suele decir que hemos venido a este mundo para ser y no necesariamente para hacer. Seguro que lo has escuchado antes o lo has leído en algún lugar. Se nos considera como guías, con una visión clara de cómo y cuándo debe utilizarse la energía de los Generadores y Generadores Manifestantes (GM) para llevarlos al éxito.


Pero lo que realmente nos motiva es esa invitación, ese llamado a ofrecer nuestra ayuda. Nos encanta ver a los demás alcanzar su máximo potencial, y ahí es donde encontramos el verdadero win-win. Cuando su energía responde con entusiasmo, cuando su sacro vibra de alegría, el nuestro se nutre de esa energía maravillosa que se despliega.


Nosotros, como proyectores, no generamos nuestra propia energía ni somos los que inician las acciones. Nuestro papel es más sutil: simplemente orientamos a quienes sí disponen de esa energía, mostrándoles el camino hacia el éxito. Somos capaces de ver lo que realmente les mueve, cuáles son sus sueños, sus miedos, y en qué etapa de su vida, tanto emocional como laboral, se encuentran. Todo esto lo percibimos casi de inmediato, como si de un “escaneo” se tratara (me gusta llamarlo así), gracias a nuestra aura penetrante y focalizada. Nuestra presencia nos permite obtener una lectura profunda del alma de la persona con tan solo una mirada.


Y si la interacción avanza hacia una conversación más profunda, hacemos las preguntas adecuadas, obteniendo las claves para guiar a esa persona hacia su propio éxito (o incluso hacia su fracaso, si no estamos alineados). Sin embargo, es importante recordar que, si no se nos ha solicitado esa guía, si no hemos sido invitados a compartir lo que sabemos, al hablar sin ser requeridos, empezamos a generar un ambiente incómodo. En ese momento, todo se desordena. El magnetismo que poseemos se desvanece y una sensación de incomodidad empieza a recorrer todo nuestro ser. Perdemos el “flow” y la conversación se torna pesada, extraña, como si hubiera una urgencia por finalizarla. El error está en querer compartirlo todo, con la mejor de las intenciones, “por el bien” de la otra persona. Es ahí cuando cometemos un auténtico error.


Richard Rudd, el creador de las Gene Keys, escribe que la única lección que necesita aprender un proyector es esta: cuando entras en una habitación llena de personas, debes saber que no necesitas nada de nadie en ese espacio. No buscas reconocimiento ni validación, porque ya lo tienes en ti mismo. Eso es lo único que deberías recordar.


Mi interpretación de estas palabras es clara: si te validas a ti mismo primero, si encuentras en ti el reconocimiento que necesitas, no será necesario expresar tus pensamientos en voz alta para recibir aplausos o agradecimientos. Eso no es guiar. Las personas necesitan guía cuando están perdidas, cuando no saben cuál es el siguiente paso en su evolución, según su propio plan (no el tuyo). Ahora bien, como proyector, es muy posible que veas de inmediato que alguien está siguiendo un camino que no es adecuado para él o ella. Aun así, es fundamental entender que, aunque lo veas con claridad, esa persona puede no estar lista para aceptar sus propios errores en ese momento.

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